Ya ni aire trae el chorro: crisis del agua durante la pandemia… y siempre
Por Pablo Sigüenza Ramírez
¿Cómo hacés en la vida para cocinar sin agua? Es imposible. Un caldo sin agua, qué locura. Una limonada, un licuado de papaya, la leche en polvo para después mojar el cereal, el frijol en la olla de presión o la de barro, la mezcla de condimentos para hacer el pepián, el jocón o el mole, la salsa de tomate para las tostadas, para bañar las pacayas envueltas o los huevos rancheros; el atol de elote o de plátano, la masa para las tortillas, la pacha para los bebés, el puré de papa o la papa cocida, el café hervido o la taza de té de manzanilla, para cocer cualquier arroz, los fideos, la yuca, el güisquil, el güicoy o las yerbas, las sopas instantáneas.
¿Cómo hacés para mantener limpia tu vivienda sin agua? El lavado de trastos, ropa, manteles, limpiadores, trapeadores, toallas. ¿Cómo te lavás las manos, los dientes, el cabello? ¿De dónde le das de beber a tus hijas, a tus hijos, al abuelo? ¿Qué agua toman tus chuchos, el gato, las gallinas, los canarios? ¿Los peces de tu pecera son imaginarios? ¿Cómo le hacés para regar tus plantas de yerbabuena, manzanilla o romero? ¿Las flores en las macetas, la cola de quetzal, la buganvilia o las chatias?
La posibilidad de vivir depende del acceso, uso y consumo del agua. En eso no hay mayor discusión. Cualquier sociedad debe organizarse para garantizar que cada uno de sus miembros pueda tener agua limpia y fluida de forma permanente. Y ante la crisis de nervios y cuidados extremos en la higiene que demanda la emergencia sanitaria frente al coronavirus, causante de la enfermedad Covid 19, el acceso al agua es crucial. Si desde el gobierno se pide a la ciudadanía que el lavado de manos constante sea una regla de convivencia para evitar la propagación del virus, ese gobierno debe garantizar el acceso al agua, pero no lo hace.
Ya ni aire tira el chorro, es parte del testimonio de miles de señoras que desde hace años luchan contra la escasez de agua en sus comunidades, en las colonias de zonas populares en Ciudad de Guatemala, Quetzaltenango y otros poblados. Colonias en las zonas 18, 21, 7, 6, 2 y 5 han manifestado, en recientes semanas, la dificultad para tener agua en sus casas. El recibo de cobro por el servicio de las empresas de agua sigue llegando, pero al agua no. Deben comprar el vital líquido de pipas que cobran entre quince y veinte quintales por un tonel de agua.
La Marcha por el Agua, emprendida por organizaciones campesinas y sociales, en abril de 2016, significó una voz de alerta sobre la problemática del agua, tanto en las áreas rurales como en los pueblos y ciudades. La lucha de las comunidades indígenas y campesinas por defender los recursos naturales, por proteger el agua de los ríos, por cuidar los bosques ante la depredación, la tala y los incendios forestales, tiene un sentido de vida, y en la actual emergencia adquiere un sentido de futuro, de permanencia. Bien haría la sociedad en recordar las voces de aquella Marcha por el Agua; un reclamo del campo en beneficio de toda la población y propuestas concretas para democratizar el uso del agua.
Según reportajes recientes de Prensa Comunitaria, los comunitarios de la Alameda III y de Nimajuyú llevan años haciendo gestiones ante la Municipalidad, pero es evidente la ausencia de las autoridades para resolver la problemática. La población necesita, en estos días, agua para enfrentar de mejor manera los riesgos ante la pandemia, pero en el mediano y largo plazo la población necesita que el Estado, del que forma parte, le provea de los servicios esenciales para una vida digna ¿De qué le sirve a la población que no tiene acceso a estos servicios el ser guatemalteco o guatemalteca? Por el momento, la tienen muy difícil para cocinar y limpiar sus casas. Por el momento, no pueden cumplir con la recomendación básica de lavarse las manos con agua y jabón constantemente. En estos días y durante años, ni aire trae el chorro.
