La travesía de una mujer migrante
Desde hace 15 días la rutina de la mañana es la misma para miles de personas que están en Ciudad Hidalgo, ciudad mexicana fronteriza con Guatemala. Necesitan la credencial verde que les abre una posibilidad de transitar legalmente por ese país y poder llegar a cumplir el sueño americano. El sueño empezó siendo pesadilla, ya que huyeron de Honduras por la situación de vida precaria en la que se encontraban.
Por Stef Arreaga
Conocí a Sonia, cuando estaba en un albergue en el centro de la ciudad de Guatemala, eran días muy fríos, habían miles de personas, medios de comunicación y voluntarios por todo el lugar. Ahí estaba ella, temerosa de la gente que rodeaba la caravana, sobreprotectora de sus pequeños, optimista con el futuro. El carácter le ayuda, ya que es una mujer decidida, valiente, fuerte, capaz de tomar los miedos de sus hijos y cambiarlos en sonrisas.
La decisión de salir de Honduras no fue fácil, pero el peligro que corría ella y sus hijos era más fuerte que el dolor de dejar su familia, su cama, su ropa, y todo lo que había logrado hacer con esfuerzo y trabajo desde muy joven. No había alternativa, o salía o moría. Huía de la violencia machista, para la que no encontró justicia y seguridad para ella y sus pequeños.
Miles de personas emprendieron camino hacia la frontera de Guatemala con México, en esta segunda caravana masiva centroamericana. Iban en varios camiones que les movilizaron de forma solidaria. La peculiaridad de este grupo, en el que va Sonia, es que está compuesto de varias mujeres y niños, así que se aseguran de cubrir a los más pequeños en todo momento.
Finalmente llegaron a Ayutla, San Marcos. Sin dinero para comida, sin un lugar a donde pasar la noche. Estaban felices que al fin llegaron a la frontera, pero ¿qué vendría después?
Llevaban ropa sucia, sin comida, sin un lugar para bañarse. Comenzaron a caminar en el puente, Sonia observa de lejos a dos personas que están cruzando el río, toma una fotografía. Decide esperar a llegar a migración, es lo más seguro para ella y sus hijos.
En el puente se encontraron con un grupo de personas que les brindó alimento y agua a los niños, las niñas y a algunas de las mujeres.
Al llegar a Migración de México, les informaron que tenían que esperar ahí hasta que se les entregara una credencial. Les tomaron los datos personales y que se las entregarían los los siguientes días, el tiempo de espera finalmente fue de 12 días. Mientras tanto guardaban en sus manos ese documento como su mayor tesoro: un pase a lo más cercano de su sueño.
¿Cómo es un día en la vida de una migrante?
La mañana comienza para todos a distintas horas, unos despiertan a las 5:00 o 6:00, algunas personas hasta las 10:00 de la mañana. Muchos, duermen en colchonetas delgadas forradas de cuerina, otros en el suelo. Sonia logró conseguir una, ahí duerme junto a sus dos hijos. La luz permanece encendida durante toda la noche, y cuando amanece, las apagan.
La hora del baño se acerca, las colas son inmensas, hay pocas duchas pero todos alcanzan a bañarse. A veces pasan toda la mañana esperando su turno para poder ducharse, lo mismo pasa con los sanitarios, son muy pocos para tantas personas, pero aún así logran organizarse para que todos puedan entrar.
Las horas pasan, no han comido nada en todo el día, antes del anochecer llega la comida, a veces antes. Es comida que solidariamente ha dado el Gobierno de México para quienes migran. No alcanza para las miles de personas que se encuentran en el lugar, pero intentan darle a todos los menores de edad primero. Los adultos esperan por si sobra algo. Casi siempre hacen un tiempo de comida al día, las madres se sienten preocupadas e intentan guardar raciones de lo suyo para darles luego.
La organización de los migrantes comienza a dar frutos, hay participación de todas y todos para convivir de la forma más tranquila posible. Los niños ayudan a recoger la basura, otros limpian los baños y recogen los desechables que quedaron en el camino. Algunos han comenzado a enfermarse, Sonia, tiene hace días una afección en la garganta que la ha mantenido incómoda, pero hay muy pocas opciones de medicina en el lugar, así que se aguanta lo más que puede.
Un día se acercó un grupo de la Coalición Pro Derechos Humanos del Migrante (CHIRLA), que según su página web, es una organización que ha dado apoyo a migrantes en Estados Unidos y ha trabajado impulsando el cambio social a través de reformas de ley pro migrantes. Les recibieron con muchas reservas y les dieron información. Sonia, planea llegar a Tijuana y solicitar asilo para ella y sus hijos.
El día finalmente llegó, Sonia fue llamada junto a sus hijos para poder recoger la credencial verde que le da acceso a transitar de forma legal por todo México. Especifica que es una credencial de visitante y que ha sido otorgada por razones humanitarias. También indica que tiene duración de un año y le permite las entradas y salidas múltiples al país. Están listos para salir rumbo a Tapachula, Chiapas.
Han llegado a Tapachula, Sonia me sorprendió con una llamada en donde me cuenta que el grupo de abogados ha pagado algunas habitaciones para ellos. Los niños están felices, se toman fotos emocionados que finalmente dormirán en una cama, entre cuatro paredes y con la seguridad que no les pasará nada. También les han recibido con comida caliente en una mesa familiar. Las mamás sienten un alivio saber que después de 15 días de haber salido de su país, dormirán como en casa, al menos por hoy, el mañana es incierto. Pero están con la seguridad que seguirán encontrando gente buena en el camino que hará este éxodo un poco menos difícil.
Gracias al apoyo y la colaboración de Sonia, que sin ella este fotoreportaje no hubiera sido posible.