En memoria de Felipe Blanco, un sacerdote revolucionario y su amor por Guatemala

Prensa Comunitaria KM169
6 min readSep 27, 2020

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Pasados los días en que el impacto de las noticias sobre el deceso y velorio va pasando, puedo escribir algunas líneas sobre Felipe Blanco. Vayan las mismas como un humilde homenaje a toda su labor en pro de la revolución guatemalteca y su labor por los más necesitados del país.

Foto/Facebook Juan José Hurtado

Por Mario Godínez

Guatemala tiene la buena suerte de que gente de otras nacionalidades se enamore de ella, de sus luchas y de sus esperanzas. DARDO FELIPE BLANCO RICCI, fue una de esas personas.

Su amor por Guatemala y su gente era inmenso. Hasta el último día de su vida creyó en los cambios y en las luchas de los excluidos del país. Felipe era mexicano, pero ofreció la vida entera por los pobres tanto en su país natal, como con las poblaciones guatemaltecas.

Un poco de su historia

Felipe era Diocesano, formado en la Diócesis de San Cristóbal de las Casas, México. Estudió en Roma, fue Vicario del seminario de Tehuacán y después párroco de Santo domingo en Comitán de Dominguez, y posteriormente de comunidades cercanas vecinas a la ciudad.

Felipe era una persona además muy preparada, políglota, amante de la lectura y de la escritura. Fue una persona de mucha confianza del Obispo Samuel Ruiz. Para Guatemala hizo una gran obra por pocos conocida, y por esta patria dio más que su vida, su patrimonio y sus mejores energías.

Como autocrítica debo decir, que, es lamentable y lo debemos tomar como una lección aprendida para mejorar, que estemos dando los homenajes solo cuando las personas se mueren, pues debemos ser mas cariñosos y afectivos y celebrar a las personas en vida, y aunque nunca es tarde para conmemorar la memoria y reconocer las luchas, pienso que una deuda grande que tenemos con Felipe es, el no haber organizado hace mucho tiempo, un merecido homenaje público a nuestro “felitori”. Felipe, cómo era; sabrá perdonarnos desde su nueva vivienda, ese faltante.

Felipe, fue creador, fundador, y parte de colectivos muy consecuentes en los que se diseñaron, configuraron y echaron a andar muchísimas iniciativas ciudadanas para promover el desarrollo de la población mas marginada del país, y muchas organizaciones de defensa de los derechos de la población, todo ello independientemente de su gran compromiso revolucionario de toda la vida.

Corría apenas los inicios de los años 90, cuando me tocó reunirme por primera vez con un señor con una personalidad imponente, principalmente cuando se ponía sus vestuarios de color blanco, pulcro y elegante. Nunca olvidaré la reunión en la que me presentó a su vez a uno de mis compañeros de lucha, Quincho Acevedo, con quien conjuntamente iniciamos a diseñar el apoyo a las diversas comunidades de refugiados guatemaltecos que regresarían de México en su reasentamiento.

Todo en aquel momento con información limitada por las circunstancias de la clandestinidad y la discreción, pero con todo y eso, iniciamos un trabajo en el que nos unían no solo los ideales sino la empatía personal, lograda desde el primer momento. Alli, en medio de todas las limitantes financieras, sufrimientos, carencias y angustias aparte de las penas propias de la preocupación de la seguridad, surgió el diseño de una de las organizaciones sociales mas respetadas y de una sólida tradición comunitaria, hasta hoy en día. Con su gran experiencia y vocación de escuchar, cuando uno sentía, ya estaba indirectamente hablando con Felipe de los problemas y angustias personales y familiares, era digamos, alguien en quien se podía confiar absolutamente.

No sin contratiempos propios de ese tipo de labores, logramos fundar y consolidar la asociación CEIBA, hoy ya con mas de 25 años de funcionamiento y toda una referencia en temas de desarrollo comunitario e incidencia política ciudadana. Con la firma de la paz, y habiendo discutido suficientemente las inconveniencias de tener una organización con poca membresía, tomamos la decisión de ampliar la asamblea de socios y decidimos entre otras personas, invitar a Felipe a formar parte de la asamblea y ser socio, lo cual para nosotros fue una verdadera ganancia, porque siempre en Ceiba Felipe fue una persona que aportó mucho a los avances estratégicos de la misma.

Felipe era un lector empedernido pero para nada egoísta con eso de compartir libros, creo que somos muchos los herederos de sus libros de teoría económica, de política, de filosofía, de sociología, etc. Aunque no le conozco alguna publicación editada de imprenta con muchos ejemplares, si conocí varios de sus textos políticos, otros muy buenos que logró escribir sobre el uso de plantas medicinales derivado de que sus mismas dolencias le hicieron aprender a detalle el uso de las plantas para cuidarse su diabetes y su hipertensión.

Creo valioso mencionar que debiéramos hacer el esfuerzo de editar y publicar un texto que recupera su magnífica experiencia comunitaria y todo el esfuerzo que hay que hacer para el desarrollo organizacional, que logró sistematizar con Isabel,su compañera de vida.

Hace unas pocas semanas todavía me hizo llegar un lote de libros que el consideraba necesario que yo leyera en estos días, los cuales por la pandemia aún están en camino de llegar a mis manos.

Cuando la iniciativa organizativa y de desarrollo que construimos en Ceiba fue creciendo, Felipe fue siempre visto como el hermano mayor, y el segundo padre de muchos de nosotros, no por un convencionalismo tradicional de figura paterna, sino por que varios de nosotros veíamos en él, siempre a un consejero validado que sabía apreciar, valorar y potenciar las luces del ser humano, y también valorar, identificar y mejorar, las posibles sombras que el detectaba en nuestras intrincadas y complejas personalidades y acciones.

De hecho, una de las personas con las que por horas y horas consulté y platiqué antes de tomar la decisión de iniciar la contienda para ser Decano de la Facultad de Agronomía en 2014 fue con Felipe, y él supo dar respuesta a mis interrogantes y orientar mis decisiones a ese maravilloso emprendimiento académico.

Siempre fue nuestro animador principal contra el conformismo y la mediocridad en las acciones de nuestro trabajo. Duele decirlo pero hay que hacerlo, algunos pocos mal intencionados compañeros, incluso se aprovecharon en varias ocasiones de esa vocación humana de Felipe para mentirle y para pedirle apoyos que bajo discurso revolucionario fueron mas que todo peticiones de apoyo individual, que Felipe sin mas averiguación les brindó.

Algo que toda la vida nos mostró Felipe, era el amor por sus proyectos e iniciativas, recuerdo aún que, en las últimas asambleas de la organización, aun con sus limitantes físicas por su salud, pero también muchísimas limitantes económicas, hizo todo el esfuerzo para venir desde México a nuestras asambleas anuales, montando buses, ruleteros, y lo que pudiera para llegar siempre a tiempo.

Esa bondad y grandeza de ser humano, siento que no fue reconocida ni apoyada en su adecuada dimensión por el movimiento revolucionario guatemalteco al que el pertenecía. Pasó muchas penurias económicas después de la firma de la paz, sobre todo estando en un país, donde el no tenía seguridad social, no tenía un empleo fijo y tampoco tenía la famosa juventud que se le pide a muchos para ser contratados en muchos lados.

Así que, a como pudo la fue pasando hasta que se regresó a su Natal México, en donde siguió igual, apoyando las batallas comunitarias y apoyando las organizaciones locales. Felipe, te veo siempre, con tu sonrisa amplia, con tu periódico debajo del brazo y tu gorrita característica y siempre de novedad, para nosotros siempre vas a estar allí, como un vigilante celoso de la coherencia de la organización que contribuiste a formar, estoy seguro que los jóvenes que hoy forman parte de la misma, no te defraudarán.

Por supuesto, que tu papel en la Ceiba que ayudaste a construir será permanente, y tu presencia también en las asambleas, en las reuniones de formación, en el trabajo de campo y en los proyectos. Hasta La Victoria Siempre “Felitori”.

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